Los mensajes alrededor.

[L]a idea de que un día tendría que crecer y portarme “como una mujer” me parecía una condena, porque asociaba eso de ser mujer algo superfluo, cursi, y restrictivo. Debo admitir que era una idea extraña: contrastaba con los ejemplos de mujer que tenía más cercanos, mi mamá y mis abuelas eran asertivas, independientes, autónomas.

Pero la sociedad me había machacado esa misoginia sutil de manera tan persistente que llegué a pensar que todo lo femenino era indeseable. Por eso, en la adolescencia, cuando me decían “tú no eres como las otras chicas” yo me lo tomaba como un cumplido. Muy mal. En ese entonces yo no sabía que “ser como una chica” no tenía nada de malo.

Paradójicamente, al tiempo que la sociedad me decía que lo femenino era ridículo, me insistía en que “no verme femenina” era lo peor que me podía pasar. Si no me veía femenina, nadie me tomaría en cuenta “como una mujer”, es decir, mis posibilidades románticas estaban anuladas, ningún hombre me querría porque no me reconocería como una potencial pareja y las otras mujeres me mirarían con desdén.

Soy feminista y eso no me quita lo femenina (aunque no siempre lo tuve tan claro)

Me pasaba lo mismo. Es que una vive la vida rodeada de mensajes de toda clase; no hay organismo que sepa registrar todos los estímulos del entorno, y no todos los estímulos son registrados con el mismo grado de consciencia. Al ver la tele de pequeña, por ejemplo, de los personajes me daba cuenta de lo que había, no de lo que faltaba (y quizás faltaba, entre otras razones, porque las mujeres son «muy difíciles de animar«).

Con esas situaciones que se registran automáticamente se van formando las actitudes implícitas. Implícito no es lo mismo que subliminal; para la formación de una actitud implícita no hace falta sutileza. Los estímulos están ahí, a plena luz del día y constantemente, pero uno los observa y sigue su camino. Luego los observa de nuevo, en otro momento, y sigue su camino. Su mente, trabajando para usted sin que usted se de cuenta. Y así se va colando la normalización de muchas cosas, por ejemplo, «esta cosa es como la otra: igual de mala». Después, cuando a uno le llaman la atención por normalizar algo que finalmente hace daño a otras personas, uno responde Pero yo no soy racista. Yo no soy machista pero. Ese es el problema de confiar en el auto-reporte.

Un comentario sobre “Los mensajes alrededor.

  1. «Nadie nos decía que los tales makeovers son muy violentos, porque se basan en decirte que tienes que cambiar, porque como eres, estás mal.»
    El pan nuestro de cada día.
    Lo más difícil en esta vida, seas hombre o mujer, es encontrar alguien que te quiera por quien sos , porque lo que abunda es gente que te quiere «hacer» a su modo, ya sea físico o conductual.
    ¿Por qué no sos atenta (entiéndase el ama de casa feliz y perfecta anfitriona)? ¿por qué no podés «verte femenina»? ¿por qué te gusta esa música tan tonta? ¿por qué ganás una miseria en tu trabajo? ¿por qué sos tan poco delicada?
    O sea, ni sí, ni no, ni blanco ni negro.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.