Memorias tangibles

Fui a ver un documental sobre la batalla del Somme, uno de los enfrentamientos más cruentos de la Primera Guerra Mundial. Este año se conmemora su centenario. El documental no es un recuento de la batalla, es la batalla misma, grabada por dos personas mientras ocurría. La película original no tiene sonido y sus granulosas imágenes son en blanco y negro. Hay algo de manipulación en la narración, como terminar la película con escenas de soldados marchando triunfalmente, escenas que se grabaron antes de la batalla; pero finalmente es un evento grabado en tiempo real, en 1916. La persona que proyectó la película comentó lo difícil que fue para mucha gente ver ese documental en su tiempo, porque podían reconocer familiares, o al menos conocer de cerca el horror que ellos experimentaron.

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En esa proyección de la película se mostró un material que incluía la imagen de arriba, publicada originalmente en una revista -o un panfleto, no recuerdo- en 1916. El pie de página contiene la pregunta ¿Qué pensará alguien del año 2016 al ver a estos soldados? Fue curioso recibir esa pregunta, pensada exactamente para responderse dentro de 100 años. O sea, ahora. Llevo algunos meses intentando imaginar el año 2116  (por deporte, porque qué más haría con mi tiempo libre) y justamente me preguntaba qué es lo que alguien en ese futuro pensaría del 2016.

Me gusta indagar en la memoria, las memorias. Hoy que tengo un punto de comparación entiendo que algo que me abate de milindopaíseljalvador es su insistencia en olvidar. Eso ya lo sabemos, el olvido ha sido literalmente ley y la amnesia es un modo de vida para sus habitantes. Probablemente no ayuda que creamos que lo único que tenemos para recordar es la guerra civil (que no es desmerecer su importancia, hay que recordar la guerra civil). No sabemos que hay más cosas que recordar porque a alguien antes de nosotros se les olvidó; nadie las registró o alguien destruyó esos registros antes de que llegaran a nosotros.

Comencé este post hablando de la guerra pero, como habré mencionado en otra entrada (espero), aquí preservan la memoria de muchas otras cosas además de sus guerras y sus imperios. En el centro de la ciudad donde vivo, hay una floristería con un sticker que marca el edificio del que Jarvis Cocker cayó del segundo piso, allá por los 80’s, por querer impresionar a una chera. Pero él está bien, lo vi hace un par de años y doy fe de que está bien.

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Otro ejemplo es la grata recordación de la señora Agnes, que manejaba un ferry medieval en York en 1344.

Siendo El Salvador un país tan absurdo, bien podría basar su atractivo turístico en conmemoraciones, e.g.

Aquí pasó su infancia el creador de La Turbococina, quién se fue a la ruina porque su invento le facilitaba la vida a muchas familias y eso ponía en riesgo la rentabilidad de grandes compañías.

En esta calle, el diputado Francisco Merino, entusiasta de una ley que regulara el consumo de alcohol, apareció ebrio y le disparó a los policías que intentaban arrestarlo.

En este centro comercial, las Nenas del grupo Caña grabaron escenas de su video ‘Cariñito’ (vieja, sería hermoso, la cantidad de placas conmemorativas que habría por todo el país si se señalaran los lugares donde se grabaron los videos noventeros de cumbia y el inicio de Jardín Infantil).

Uno puede encontrar consuelo en que muchas de las chabacanadas que llamaríamos Historia de El Salvador están en internet. Pero lo digital es tan vasto y tan vulnerable. Todo ese material puede destruirse en cuestión de segundos, y sin registro será como si no ocurrió; seguro usted ya me está diciendo que los materiales impresos corren el mismo riesgo y, sí. Pero lo digital. Lo que imaginaba para el 2116 es que alguien, un alguien masivo, habrá perdido muchísima información digital para entonces, más información (su memoria, su identidad) de la que fue capaz de recordar sin ayuda de artefactos. Es lo que imaginaba porque es lo que conozco.

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