Cognición, comportamiento, acoso y cruzar la calle: un acercamiento semi-empírico y rimbombante como el título de este post (parte 2).

La segunda línea de pensamiento…

Hay un viejo dicho en psicología social, que dice que si uno no piensa sus actos, sus actos dirigen sus pensamientos. Es decir, no siempre las actitudes preceden al comportamiento. A veces el comportamiento moldea la actitud, como demuestra el experimento de la cárcel de Zimbardo. Y lo ejemplifica Albert Ellis, progenitor de la Terapia Racional Emotivo Conductual (TREC), cuando explica cómo superó su miedo a hablar con mujeres. «Probablemente hasta ese tiempo yo sólo era cognitivo […] y me forcé a ser conductual. La única forma en la que verdaderamente superas la timidez es forzándote a actuar cuando estás incómodo». Y a los 19 años, se propuso hablarle a cien mujeres desconocidas, en el Bronx Botanical Gardens*.

Hay personas neuróticas de carácter y personas neuróticas de comportamiento. Para superar lo que mencioné hace dos posts, me he dado a la tarea de ser un poco menos lo primero (lo soy por naturaleza) y un poco más lo segundo. Me ha funcionado espléndidamente; le está funcionando a alguien con quien estoy llevando un proceso terapéutico…y si hubiera sabido esto hace varios años, no tendría tanta culpa de terapeuta.

Esta pequeña filosofía de vida la había puesto en práctica en ambientes gratificantes. Hasta que tuve que forzarme a ser menos cognitiva y más conductual en una situación que detesto hasta las entrañas: pasar frente a un grupo de hombres, de esos que no se quedan callados y que tuercen sus nucas cuando camina ante ellos una mujer.

Y pues, lo que me pasó cuando se me acabaron los 8 metros no dista mucho de lo que contaron en los comentarios del post anterior. Y fue desagradable, pero también propició un «vale verga» de mi parte. Todavía mi tendencia será evitar agujeros negros como estos, pero la experiencia muestra que muchas veces habrá que aguantarlos, y cuando llegue una de esas veces, prefiero zanjarlo con «vale verga» y procesarlo rápido (no negarlo; la indignación es tan perra que una querrá contarlo eventualmente, o al menos, reconocer que este hábito es una mierda) que pasarlo rumiando, que es lo que los neuróticos de carácter tendemos a hacer.

Por supuesto que me pregunto cómo se puede solucionar esto. Buscaba el reforzador de la conducta de acosar sexualmente porque, si el reforzador es lo que mantiene la conducta, retirarlo propiciará su disminución; que su frecuencia de aparición caiga al valor cero, extinción. Se les haga caso o no, lo harán con la siguiente mujer. Eso demuestra que el reforzador no está en la mujer y en cómo reaccione.

Leí un par artículos sobre prevención de la violencia sexual en una base de datos científica. Solución a corto plazo no hay…tendría que preguntarles a aquellos maitros del Fovial si lo que les hice evitaría que volvieran a cuentear a una mujer en carro; pero no sé dónde estarán y además, lo que hice es castigo (el castigo suprime temporalmente la conducta, pero no la elimina tan efectivamente como la extinción). Hay intervenciones a mediano y largo plazo, a nivel comunitario, pero son esfuerzos que poca gente estaría dispuesta a promover y apoyar aquí en el país. Estas intervenciones abandonan la visión que encasilla a la mujer como víctima y al hombre como perpetrador. Yo entiendo perfectamente esto último, pero aún no puedo ir por la calle sin ver a cada hombre desconocido que me encuentro como un potencial agresor. A veces, decía, el comportamiento moldea la actitud.

Agradezco al electorado por su atención y sus comentarios.

* Albert Ellis: An Efficient and Passionate Life; por Windy Dryden.

11 comentarios sobre “Cognición, comportamiento, acoso y cruzar la calle: un acercamiento semi-empírico y rimbombante como el título de este post (parte 2).

  1. Interesante esta parte, con respecto al final del post, sigo pensando que de nada sirve que existan medidas e instituciones que protejan (o al menos traten de proteger) la integridad de la mujer en este país, si por experiencia los más asquerosos comentarios los recibís de quienes se supone deberían proporcionarte seguridad, respeto y hacer valer las leyes, no solo acosan los maitros del fovial, el albañil, el mecánico… lo hacen hasta abogados, doctores, policías, vigilantes, ingenieros, en todos lados…

  2. El cariz de este post es en tono reflexivo y muy personal. De manera no precisamente sutil manifestas tu repugnancia por la respuesta no requerida en este famoso experimento de los 8 metros.

    Lo dicho, es innegable que la conducta descrita es desde cualquier punto de vista reprochable pero es que acaso la execrabilidad, lo pérfido, abyecto y ominoso de esa conducta repite de alguna manera quizás una mala experiencia que haya dejado un trauma y que obnubile a tal grado tus sentidos?

    No es la primera vez que leo acerca de lo aberrantes que te parecen las lisonjas del sexo opuesto y siempre me he cuestionado al respecto, tan solo espero que no te moleste que lo externe de esta forma en tu blog.

  3. El cariz de este post es en tono reflexivo y muy personal. De manera no precisamente sutil manifestas tu repugnancia por la respuesta no requerida en este famoso experimento de los 8 metros.

    Lo dicho, es innegable que la conducta descrita es desde cualquier punto de vista reprochable pero es que acaso la execrabilidad, lo pérfido, abyecto y ominoso de esa conducta repite de alguna manera quizás una mala experiencia que haya dejado un trauma y que obnubile a tal grado tus sentidos?

    No es la primera vez que leo acerca de lo aberrantes que te parecen las lisonjas del sexo opuesto y siempre me he cuestionado al respecto, tan solo espero que no te moleste que lo externe de esta forma en tu blog.

  4. Felicitaciones. Esta segunda parte me pareció mucho más clara y precisa que la anterior, aunque bien pueden ser ideas mías. Muy interesante y aleccionador el contraste entre cognitivo y conductual, presente a lo largo del post. Y el ensayo de Albert Ellis no deja de parecerme un tanto divertido (y valiente).

    Estos tipos actúan así porque simplemente no tienen nada que perder, y para ellos, más que una violencia que ejecutan sin que les importe, predomina el placer provisto por el «onanismo verbal».

    Y el comentario de Alexandra plantea algo lamentablemente cierto. Revela que este tipo de corrupción permea todos los estratos, y por ende, cualquier tipo de acción correctiva, para tener sentido, debe dirigirse al «núcleo» del problema. Buena suerte encontrando ese núcleo.

  5. Hey, no me había fijado. ¿La versión del blog es la 3.1416? ¿Tiene que ver con el número trascendental que relaciona longitud y diámetro de circunferencia? No sé si conoce el sistema LaTeX, utilizado en la edición electrónica de documentos. Allí, específicamente con el programa pdfTeX, encontré mi primera sorpresa con pi y las versiones: «This is pdfTeX, Version 3.1415926». Ya. Divago. Perdón.

    Muy divertido 🙂

  6. aunque no me creas te entiendo…. se siente feo como llegar a la trompa del lobo…. y ya sabes con lo que ta va salir…..

    a mi me ayuda a igorar la musica…. el problema es que soy hombre … creo que si fuera mujer eso …

    los audifonos a tope en lugar de ayudar perjudicaria….

    pd: La brosa no dice nada cuando estan solos… al menos eso creo…. o bueno asi son lo hombres que cuentean a hombres :S

  7. Me gusta leer lo que escribis y me quedo con esta frase -no siempre las actitudes preceden al comportamiento. A veces el comportamiento moldea la actitud –

  8. en alguna parte del relato anterior me perdí, si es que ahí estaba, porque no logré captar cuál fue el castigo que le diste a los hombres del Fovial.
    Contámelo, talvez me ayude con el acosador que te comenté en el post anterior…así cuando se queje le podré decir que me lo recomendó la terapeuta y que es medicinal =)

  9. Todo ello está muy bien, pero no creo que sea un problema conductista, o cuando menos, no creo que sea únicamente un problema conductista.

    En tu interacción social («acoso») hay un juicio a priori sobre el valor negativo de que un hombre te diga «tsst, tsst, mamasita» (juicio que no es tan evidente ni universal como puede aparecer en un primer momento). Pero eso que está detrás de tu juicio, el modelo antropológico desde el cual todos los comentarios asienten con unanimidad al decir uy, eso es malo, ese modelo está condicionado -y no lo digo en sentido conductista, o quién sabe :P- por tu cultura, a saber, tu clase, tu educación, tu sociedad, qué sé yo.

    Por ejemplo, invirtamos los roles: una mujer le silva a un hombre, le dice «papasito» y no sé qué más. La respuesta de un hombre en la sociedad salvadoreña -incluso de un hombre de condiciones socio-económicas semejantes a las tuyas- dudo que incluya indignación. Claro, el hombre está en una situación de poder con respecto a la mujer (que podría ser la causa última de tu indignación; la única con alguna validez, creo).

    Ahora, no invirtamos los roles, sino el lenguaje utilizado en la interacción: supongamos que se acerca un gentilhombre, frac, monóculo, bastón y esas cosas, con una rosa en la mano derecha, recitando delicados versos de Shakespeare con su acento levemente anglosajón…
    Los signos utilizados han cambiado, pero no su significado: el hombre aún está en pos de un encuentro libidinal (juju), pero su lenguaje, ahora sí, responde a las expectativas socio-económicas de la sociedad clasista.

    Y ya.

    Salup

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