«¿Y funciona?»

En la foto, Macareno me ayuda a organizar las cartas que enviamos a diplomáticos y víctimas de violación de los derechos humanos de varios países, pidiendo la reparación para los segundos. Era parte de la Write-a-thon de Amnistía Internacional en diciembre pasado, que mencioné en un post anterior. Una minucia de aporte el mío, pero considérese que fui una entre miles y ya juntando mara se siente la presión. Hasta hoy, uno de los prisioneros de conciencia de la lista ha sido liberado.

Dicen que está surgiendo una nueva forma de resolver los problemas. Lo vi el año pasado, incluso en un par de microproblemas en El Salvador, que no voy a mencionar (y en algún momento lo tuvo frente a sus narices, eh, en la pantalla y en el periódico) y que fueron en un área sumamente específica, pero que resultaron buena escuela y aliento para a actuar en ámbitos más amplios en el futuro.

El activismo es la forma en la que todos y cada uno de nosotros nos damos cuenta de que tenemos mucho más poder del que nos han hecho creer. […] La manera de que, frente a mercados, empresas y gobiernos, las personas conquistemos nuestra posición en el mundo: ser el centro de la sociedad. La sociedad, los gobiernos, las empresas, los mercados son nuestra creación y están ahí para servir a nuestros intereses y no para servirles nosotros a ellas.

Entrevista con Francisco Polo – fundador de Actuable.es y director en España de la plataforma de activismo Change.org.

Ayer recibí un correo de Change.org, en el que amablemente me informaban que ayer nada más se celebraron algunas victorias, como el de 82,000 personas que firmaron para evitar que el Banco Chase embargara el hogar de una anciana y activista; 25,000 personas que han apoyando una campaña para pedirle a Apple que mejore las condiciones laborales en las fábricas de iPads y iPhones; 100,000 personas que le pidieron a McDonald’s que dejara de usar las inhumanas jaulas de gestación para cerdos y como consecuencia, desde ayer estas jaulas están comenzando a entrar en desuso; y las 141,000 personas que firmaron para salvar a Jesús Navarro, a quien se le había negado un transplante de riñón.

Molly Katchpole escribió una petición en línea el pasado otoño después de que su banco, the Bank of America, anunciara una cuota mensual de cinco dólares por uso de la tarjeta de débito. «En algún punto debemos decir ya basta. Por favor, únanse a mí en decirle al Bank of America que hemos tenido suficiente», se leía en su petición.

«Fue como, ‘¿Están poniéndole atención a las noticias en estos momentos?…¿Están poniéndole atención a la narrativa que está ocurriendo en nuestro país, que es que la gente está molesta con la economía, con Washington, no sienten que el gobierno está trabajando con ellos. Están enojados y están frustrados».

Trescientas mil personas firmaron rápidamente, y el Bank of America pronto anunció que iba a cancelar esa cuota.

La niñera con el tatuaje que dice «empatía» había ganado.

«Supongo, sí, ahora que lo pienso, no pensé que tenía la más mínima oportunidad de que Bank of America retrocediera – ¡y lo hizo!» dijo Katchpole.

«Gente como Molly o los miles de personas que inician campañas cada mes se sorprenden de su propio poder, de su propia capacidad de hacer una diferencia en cosas en las que previamente no tenían ningún efecto…y ahora lo tienen».

Cómo la revolución se volvió digitalizada.

Al activismo online a veces se le reprocha que se practica cómodamente desde el sillón de casa. Se le tilda de «activismo de vagos» [Slacktivism]. ¿Qué tiene que decir?
¿Y por qué el activismo ha de ser agotador? ¿Quién dice que debas dar tu vida por ello? Aquí de lo que se trata es de provocar cambios. La posibilidad de provocar cambios sin esfuerzo es una virtud del activismo online, no una merma. Hay gente que no tiene tiempo para ponerse detrás de una pancarta, pero puede suscribir una petición y hacer que un problema se solucione.

Francisco Polo: «Un solo ciudadano puede provocar cambios en el mundo».

No sé si es algo que funcionaría en el país. A gran escala, a corto plazo. El Salvador es notable por su presentismo y su indignación visceral pasajera, además de la ignorancia y el desgano por informarse con argumentos y contraargumentos. Es duro decir esto, pero basta dedicarle un tiempo a las participaciones en las redes sociales cada vez que hay un tema de particular saliencia para ver que es así. Y es una lástima, porque estamos jodidos por todos lados. Hay muchas formas de empezar, por ejemplo, reduciendo todo lo que se quiere a hacer a una acción que se pueda hacer en este momento. Hay oportunidad de cambio y participación y presión ciudadana en todas las esferas de la vida en este país.

Cuando en el país suceden coyunturas importantes, se habla mucho de lo que está ocurriendo, pero en realidad hay poco debate. En parte es así porque nos hemos acostumbrado a creer que, sin importar lo que se diga, nuestra opinión no cuenta. O bien, quizá en mayor grado, porque hay un esfuerzo deliberado de los grupos de interés en reducir la discusión pública a posturas cerradas. De esa manera la deliberación se asemeja más a un ejercicio de fuerza que a una reflexión productiva.

Debate, un oficio ciudadano.

Por supuesto que una sola persona no tiene gran peso (o quién sabe, va). Una persona es sumamente valiosa para poner algo en marcha, y para mantener la marcha se necesita la unión de muchas personas. Así fue el año pasado, en muchas partes del mundo (parecía que así sería en El Salvador cuando gente indignada salió a la calle, pero fue arrancón de chucho viejo nomás). Quizás por eso este año es el crujir de dientes de quienes quieren censurar el Internet de una u otra manera.

«¿Cómo luchamos contra la corrupción en el gobierno?» – «Podríamos darle más poder y ver si eso funciona» (Stick Comics).

 La política 2.0 no es una carrera para ver quién encabeza el ranking de seguidores en Twitter. La política 2.0 es sumar la acción del ciudadano, hacerle partícipe. Los tecnoelectores no quieren recibir mensajes de partido, quieren emitirlos. Ya no quieren ser sujetos pasivos de las decisiones, quieren influir en ellas. Es más, no es tanto un «querer» como un «poder». Los tecnoelectores influyen en las decisiones políticas.

Les estamos vigilando.

Mientras agarra envión para incidir en la parcela de la realidad que tiene a la mano, anímese a mandar calcetines por correo. Usted no piensa mucho en calcetines, y sin embargo, para las personas haciendo uno de los recorridos más peligrosos del mundo (entre los cuales hay compatriotas suyos), pueden resultar de gran ayuda.

Estas cosas funcionan. Siempre que haya alguien poniendo atención a lo que está pasando a su alrededor.

2 comentarios sobre “«¿Y funciona?»

  1. ¿Y por qué el activismo ha de ser agotador? – «Work smart, not hard. That’s my philosophy, boss.» (Gregory House, M.D.)

    ¿Y funciona? Los resultados importan, claro, pero importa más la dedicación, hacer las cosas por convicción. Felicitaciones.

  2. Hola, L.
    ¿Sabés si pueden mandarse calcetines pagando con Paypal?
    ¿Podría pedirse que incluyan las donaciones con Paypal? No tengo tarjeta de crédito. 😦

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