Aerosmith Costa Rica – Capítulo 1: the sightseeings of a lonely globetrotter.

Me felicitaron por animarme, me dijeron que tenía huevos; una señora me dijo que estaba loca. Me fui sola a Costa Rica por un día; el paquete decía que eran tres, pero dos eran para pasarlos en un bus. Y puede sonar una exageración echarse ese viaje sólo por ir a ver a una banda de rock, pero creo que cualquiera en mi lugar hubiera hecho lo mismo. Verlos en vivo era un sueño de mi vida y ya lo había cumplido. Podía cumplirlo dos veces.

Los vi por primera vez en enero del 2006. Fui al centro de Houston con mi hermano y nos subimos a un tren que nos llevó al Toyota Center. Conseguí una camisa, un poster y un pin. Me colé al frente del escenario y me apoyé sobre la tarima. Steven Tyler casi me patea los dedos y yo, en mi estado de apendejamiento, ni siquiera lo toqué. Tomé pocas fotos porque de la emoción arruiné las settings de mi cámara, pero Tom Hamilton me sonrió y me puso el bajo enfrente para sacarme un ojo.

"Mira, mamá: ¡sin zoom!"

Veamos el trasfondo de esta historia: dice mi señor progenitor que siempre hay un buen samaritano a todas partes a las que vamos. Francisco fue ese samaritano para mí, no hubiera hecho este viaje de no ser por él. Me enteré de que Aerosmith tocaría en Costa Rica y juré que ahí estaría. Pero cuando averigué cómo comprar el boleto para el concierto, vi que estaba condenada a no ir. Viviendo en el extranjero, la única forma de comprarlo era con tarjeta de crédito que estuviera a mi nombre. No tengo tarjeta de crédito. Acuérdense de mis palabras: los bancos son el demonio.

Llevé mi aflicción a Twitter y Francisco se ofreció a comprármelo. Hasta entonces, no  habíamos intercambiado más de 140 caracteres de vez en cuando. Desde hace tiempo he escuchado que en Twitter encontrás una solidaridad sorprendente, sólo tenés que pedir ayuda. Dudé un poco, pero para el 16 de abril, Francisco me estaba enviando a mi correo electrónico una foto del boleto. Le pagué ese fin de semana. En ese momento, todo fue un gran salto de fe.

Me apresuré a comprar el boleto no sólo porque se estaban agotando, si no porque era una forma de obligarme a ir. Quería ir, pero…tenía la mala costumbre de sacar «peros». No más. Primero el boleto, luego el resto. Encontré un paquete, hice cuentas; necesitaba un wingman/wingwoman para el viaje, no sólo para bajar el costo, si no porque no sabía nada de viajar por Centroamérica e ir a conciertos. Pasó el tiempo y a una semana y media del evento, tuve la certeza de que iría a ir sola. Me acordé de una frase -creo que es de un libro-, que traducida dice «la vida no se detiene a esperar a nadie». Dejé de preguntar y compré el paquete para una persona.

Me levanté a la 1:45 de la mañana el 31 de mayo. Hasta que puse la cabeza en la almohada horas atrás me entró el pavor de no despertarme a tiempo, pero lo hice. A las 3:10 de la mañana, el bus estaba saliendo de la estación. La chera del asiento a la par, una tica, ni siquiera me volteó a ver cuando se sentó (qué sé yo, un «buenos días» no cae mal). Pero, en su defensa, siempre movía las piernas a un lado cuando yo necesitaba pasar.

La Juan Pablo II a las 3:15 am.

Me puse mis audífonos y la primera canción que sonó fue Dream On. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Alguien diría que esto de ser fan quasiobsesiva (fui obsesiva completa de los 12 a los 18 años) de una banda de rock es una banalidad, pero a mí me ayudó a formar mi carácter en muchas cosas, desde aprender a ahorrar hasta animarme a ir a ver el mundo, como estaba a punto de hacer. Por seguir el consejo dream until your dreams come true, estaba en un bus a Costa Rica y no en mi cama, durmiendo el sueño proletario mientras llegaba la hora de irme a un trabajo que no me alegra.

Me dieron una almohada y una frazada y apagaron las luces, pero el asiento era incómodo, con el agravante de mi cóxis, aunque llevaba una dona para aminorar el impacto (seadeque yo tengo luxofractura en lo que es la zona de la rabadilla). No podía dormirme y sólo miraba por la ventana y a veces a la tica, que dormía como si estuviera en lecho de plumas de ganso. Al fin caí inconsciente. Me desperté en El Amatillo a las 6 am. Me dieron café y una galleta; se llevaron mi pasaporte.

De 6 am a 6 pm no me quejo: vi cuatro películas; me comí un sandwich y la mitad de otro, ocho uvas, dos galletas, un pedazo de quesadilla y un jugo; leí parte de la autobiografía de Aerosmith; miré por la ventana y el panorama estuvo casi siempre nublado. Las fronteras son una desgracia en ciertos aspectos, pero el trato no fue malo. Les di parte de los otros sandwiches a perros callejeros que pululaban en aduanas. De cierto os digo, eso no es desperdiciar la comida; ellos se comieron hasta la última migaja.

Agatha estuvo aquí.
Se busca: wingman que me lleve a tomarle fotos a letreros.
Kthnx
"Tierra de Darío y Sandino", va.

Managua.
Win!!!

De 6 pm en adelante comenzó a darme desesperín, sobre todo por estar esperando en la frontera Nicaragua – Costa Rica. Cerré los ojos para dormirme un rato y la tica de al lado no tuvo la cortesía de avisarme que teníamos que bajarnos para pasar a migración en Costa Rica; por suerte abrí los ojos antes de que cerraran el bus. La amargura se me pasó un poco cuando un canadiense comenzó a sacarme plática sobre cómo antes oía Pink Floyd y ahora alabanzas, y sobre lo admirable de mi fandom por hacer sola un viaje de este calibre.

Por la noche traté de dormirme en el bus por varias horas, para desinflamar la desesperanza que comenzaba a sentir por no llegar nunca. Lo logré, a un precio: dormir en un asiento tan incómodo es para despertarse sintiendo que te ha brincado media clica. Me bajé del bus a la medianoche, en una estación que más bien era una bodega. Afuera del galerón había un enjambre de taxistas y me alivió ver a alguien con un rótulo que tenía mi nombre. Don Álvaro parecía un personaje de Astérix, tirándole a Esautomátix. Tenía bigote y un trato tan amable que se me olvidó toda la frustración y cansancio que traía. Me dijo que estábamos a sólo dos cuadras del hotel y me advirtió que ni se me ocurriera salir a caminar por ahí porque era una zona peligrosa.

En el hotel, el señor de recepción me saludó por mi nombre y me dijo «su papá la llamó», como si lleváramos tiempos de conocernos. Ese hombre era toda amabilidad y me dijo cómo usar el teléfono-de-llamadas-gratis-al-exterior. Mientras me registraba, agarré un periódico que tenía en la portada a Steven Tyler, anunciando el concierto. Me acordé de la frase de Penny Lane en Almost Famous: «it’s all happening». Me di un fist-bump a mí misma y crucé los dedos porque todo siguiera saliendo de acuerdo al plan.

Y Roberto Carlos, homb'.

El cuarto de hotel era acogedor y me sentí cual feto en placenta. Tenía cable, una pequeña cafetera y un instructivo para sobrevivir en un incendio.


Me dormí a la 1 am del primero de junio. Para mi regocijo, y teniendo en cuenta lo biológicamente enclenque que soy, no estaba tan cansada como esperaba. Aunque, después de dormir en un asiento de bus, me parecía increíble cómo damos por hecho el placer tan paloma de acostarse en un colchón.

15 comentarios sobre “Aerosmith Costa Rica – Capítulo 1: the sightseeings of a lonely globetrotter.

  1. Me encanta! Saber que alguien en el mundo es capaz de cumplir el sueño de su vida DOS veces le da ganas de seguir viviendo a uno. Looking forward a la sequel 😀

  2. Qué chivo!!!!!!

    Me ha matado de la risa, que le sacaste foto a un rótulo de la ONG donde trabajé, era del lado Hondureño?

    Y la foto del lago de Managua?

    Por lo visto la frontera Nicaragua-Costa Rica sigue siendo toda una experiencia.

    Zona peligrosa en Costa Rica? Qué no son los Suizos de CA pues???

    Yo me eché un par de km más, pero en dos dias y medio, hasta Panamá…entiendo el dolor de tu espalda, mi bus distaba mucho de ser pullman.

    Te felicito, lo contarás tus nietos =)

  3. Wow. Qué ídola #1. Lástima que ya sea grande, porque si no, hubiese querido ser como tú. Twitter es parte del evangelio realizado: «Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá».

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